Mi Viaje: desde zona rural de Colombia a Estados Unidos
Hoy, 8 de marzo, día en el que el mundo celebra el día internacional de la mujer, me detengo a pensar en mi camino como mujer y miembro de la Diapora Colombiana.
Crecí en una zona rural en el suroeste de Colombia, sin acceso a la tecnología ni a libros. Pero también me di cuenta de que mis circunstancias no limitarán ni mis sueños ni mis logros. Con sólo dos enciclopedias, me abrí paso en la escuela y fui una de las mejores estudiantes de mi clase.
Mi padre era analfabeto y trabajaba como entrenador de caballos por un pago mínimo que en Colombia es de alrededor de 200 dólares al mes. De niña, mi padre era el único que llevaba el dinero a la casa. Mi madre es ama de casa. A pesar de todo él tenía el sueño de tener su propia casa, ahorró hasta el último céntimo que pudo y así construyó nuestra casa, un proyecto que le llevó años. Mi madre terminó sus estudios de secundaria ya como adulta. A pesar de los recuerdos y las cicatrices del desplazamiento forzado del que fuimos víctimas en la década de 1990 debido al conflicto armado, y en él tuvimos que abandonar nuestra tierra, mis padres nunca se rindieron en sus deseos de superarse y de darnos un mejor futuro a mí y mis hermanos.
Me gradué de la secundaria sin saber si podría seguir estudiando pues mis padres no podían financiar una carrera universitaria. Decidí entonces empezar mi propio negocio de venta de dulces y gaseosas en mi casa situada en una vereda a una hora de Cali, Colombia. Con las ganancias decidí empezar un curso de inglés y mi padre me ayudó para entrar a un instituto de educación técnica a distancia a donde iba cada sábado a tomar las clases.
Pasados unos meses me mudé a Cali. Allí fui aceptada en Johnson & Johnson como pasante en Recursos Humanos por un año. Luego, gracias a mi inglés intermedio trabajé en Hoteles Marriott como Front Desk Assistant también en la misma ciudad. En 2015, y después de haber planeado y ahorrado por varios años, viajé a Estados Unidos en un programa de intercambio como Au pair. Durante mucho tiempo ahorré dinero para hacer ese sueño realidad. Siempre había soñado con viajar y conocer otras culturas y otros países, sin saber que un día eso sería una realidad. Aunque eran más o menos 2 mil dólares para el programa, para mí era mucho dinero. Mi papá como pudo me ayudó, y así fue como me embarqué hacia los Estados Unidos cerca a Washington D.C., me fui llena de sueños y nostalgia por todo lo que dejaba atrás. Pero sabía que no era la única que había emigrado y que delante de mí muchas otras mujeres de mi edad lo habían dejado todo solo con una maleta de equipaje.
Ya en Estados Unidos tuve que navegar un nuevo idioma y una cultura completamente diferente. Era la primera vez fuera de mi país, lejos de todo lo que conocía y apenas podía comunicarme porque me di cuenta de que mi inglés todavía necesitaba mejorar muchísimo. Ajustarse no fue fácil, pero yo estaba cargada de entusiasmo y fe; y no iba a dejar que nada me detuviera, ni siquiera mis propios miedos e inseguridades. Empecé a tomar clases de inglés en un Community College en Maryland. Mi familia anfitriona con la que viví como Au pair me apoyo incondicionalmente para tomar clases adicióneles y por eso estaré agradecida toda mi vida.
Durante tres años y medio viví en el área de Washington D.C. Allí, por primera vez, estuve muy cerca de uno de los centros de la política mundial. Para mí era casi irreal estar allí porque pensaba en otras mujeres como yo que quizá nunca romperían con los lazos de la pobreza y la falta de oportunidades. Terminado el programa de Au pair tuve la oportunidad de estudiar un Associates Degree en el Community College, y el que es mi esposo hoy en día me apoyó incondicionalmente para que yo siguiera estudiando. El también comprende que la educación es el pilar del desarrollo y que una mujer educada genera progreso en una sociedad independientemente del país de origen. Trabaje como niñera para ayudarme financieramente con los gastos del College. Pasado 1 año y medio me gradué de mis Associates Degree con honores. Gracias a los consejos de mis profesores aplique a Smith College una universidad de mujeres y de artes liberales en Massachussets. Allí he conocido las herramientas disponibles para mujeres. Como colecciones feministas, trabajo de asistencia e investigación con profesores, fondos educativos para desarrollar nuestros propios proyectos, departamentos de relaciones públicas para darnos nuestras voces y discutir los temas que nos mueven. Smith College es una institución netamente de empoderamiento femenino que ha transformado muchas vidas como mía. En unos meses me estaré graduando de carrera profesional en ciencias políticas y relaciones internacionales. Mi corazón está lleno de orgullo porque a pesar de que han pasado 15 años desde que me gradué de la secundaria, hoy estoy muy cerca de lograr uno de los sueños más grandes en mi vida.
La formación académica y las experiencias de vida que he tenido en Colombia y en Estados Unidos han sido ejes trascendentales para mí. Soy la mujer que soy gracias a todas las experiencias que he vivido, las cosas que he aprendido, y las personas que han estado en mi camino, apoyándome y guiándome. Como inmigrante mi deseo es un día regresar a Colombia y apoyar a otras mujeres como yo que vienen desde abajo. Quiero contribuir y devolver un poco de lo que he ganado todos estos años porque para mí la clave del desarrollo es educar y empoderar a las mujeres. Nosotras somos seres fuertes y decididos, pero no podemos solas. Necesitamos el apoyo de otras mujeres y de los hombres también. Necesitamos que nos tengan fe y nos extiendan la mano.